El impacto del Covid-19, no solo en cuanto a las restricciones de mobilidad entre países, sino también su efecto en la economía y en los sistemas sanitarios nacionales, y la posibilidad de protestas y malestar social por las medidas implementadas por los gobiernos, constituirá el principal riesgo a tener en cuenta a la hora de programar viajes en 2021, según el análisis de Riskline.
También se ha de considerar el creciente riesgo de desastres naturales relacionados con el cambio climático, como incendios o lluvias torrenciales, y la mayor dificultad de hacerles frente en países cuyos sistemas de emergencias médicas están ya saturados a causa de la pandemia. Riskline apunta también a las crecientes tensiones en Oriente Medio y la región del Cuerno de África y la incertidumbre política global en la era post-Brexit y post-Trump.
A pesar de la recuperación paulatina de la industria global de los viajes, seguirá existiendo la posibilidad de cambios de última hora en las restricciones impuestas por los gobiernos. Los viajeros deberán presentar más documentación, por ejemplo como prueba de que han recibido la vacuna o el resultado negativo de un test de Covid-19, lo cual supondrá también mayores costes.
El Fondo Monetario Internacional estima que la economía global se contrajo un 4,4% en 2020 por la pandemia. La recesión llevará a diferentes medidas de austeridad en los países, que pueden dar origen a protestas como las de los llamados “chalecos amarillos” en Francia. La crisis económica puede resultar también en un aumento del crimen en países menos desarrollados que no cuentan con programas de apoyo financiero por parte del gobierno, como pueden ser Venezuela o Sudáfrica.