UN MUNDO APARTE
Adentrarse en la parte norte de la carretera austral, en la región chilena de Aysén y en plena Patagonia, es lo mismo que penetrar en un universo desconocido. Es un paisaje único, el de las bellas postales patagónicas, que sirve además de marco para actividades inolvidables.
Por Rocío López Alemany
Los límites de la Patagonia son difusos y se pierden en algún punto entre la región de Los Lagos y la Antártida chilena. Entre medias se extienden dos regiones que pertenecen a Chile desde el punto de vista administrativo: la de Aysén y la de Magallanes. Ambas son testigo de cómo el paisaje va cambiando. El océano Pacífico y la cordillera de los Andes, el conjunto montañoso más grande de la tierra, generan un paisaje de picos nevados, fiordos y pequeñas islas donde detenerse y recapacitar sobre la fuerza sobrehumana
de la naturaleza. Son escenarios perfectos para la práctica de kayak, rafting, trekking… así como pausas saludables en termas y piscinas naturales.
En la región de Aysén la Carretera Austral se divide en dos rutas, la norte y la sur. El recorrido completo se extiende 1.240 kilómetros. La zona sur se caracteriza por un paisaje más sosegado y seco y la norte, por las lluvias intermitentes que provocan que el entorno ofrezca una mayor paleta de colores en los que impera el verde. Es un paisaje poco iluminado por la luz del astro rey: los habitantes de la Patagonia Chilena sólo cuentan con 30 días de sol al año.
El aeropuerto de Balmaceda es la puerta de entrada a esta región de Chile. Conectado con 80 vuelos a la semana que enlazan con Santiago de Chile, Puerto Montt, Punta Arenas y Temuco, es inevitable hacer escala en algunas de estas ciudades para entrar en Aysén.
Está previsto que Balmaceda esté conectado con Argentina. De momento el itinerario más frecuentado es el que conecta con la capital chilena en vuelo de dos horas.
Carretera Austral norte
Lo más curioso de este recorrido es el paisaje que parece desbordar los 180 grados de perspectiva cuando el viajero observa desde el vehículo. Cabe destacar las óptimas condiciones en las que se encuentra la carretera y la cantidad de mochileros que la salpican esperando que alguien les recoja mientras hacen autoestop.
La geografía de Aysén está plagada de poblaciones que van apareciendo entre lagos, ríos y montañas recubiertas por bosques de robles, hayas, tepas o cipreses. Vacas, ovejas, cabras, cerdos y perros… atraviesan carreteras y valles en una demostración de quiénes son aquí los dueños.
Coyaique
La primera parada es Coyaique, la capital de la región de Aysén. Su encanto reside en las casas de madera recubiertas de lana de vidrio para mantener el calor. La céntrica Plaza de Armas es la desembocadura de las diez calles que componen la ciudad. Es además lugar de encuentro de artesanos, comerciantes y turistas.
A pesar de ser la capital de Aysén y concentrar el mayor número de habitantes – 60.000 – , Coyhaique sigue manteniendo esa atmósfera rústica de la que gozan otros pueblos de la zona. Además del turismo, la ganadería, la agricultura, la piscicultura y la industria de la madera son importantes fuente de ingresos. Coyhaique es conocida como “la ciudad entre aguas”: a un lado está el río Simpson, protegido como Parque Nacional, y al otro el Coyhaique.
El hotel Diego de Almagro, ubicado en el valle del río Simpson, mantiene la esencia rural. Con 70 habitaciones dobles y cuatro salones para eventos corporativos, el más grande puede albergar 120 personas en cóctel. El establecimiento cuenta con gimnasio, sauna y piscina climatizada.
La Junta
Que las ciudades y pueblos estén rodeados por ríos es algo frecuente en Aysén. Así ocurre en la aldea de La Junta que, al igual que la capital, reproduce la postal de casitas de madera en un paisaje montañoso. La Junta recibe ese nombre porque sirve de nexo entre los ríos Palena y Rosselot y también sirve de punto de encuentro entre la región de Aysén y la de Los Lagos, a cuatro horas por carretera desde Coyhaique.
La aldea es conocida por su entorno natural, las actividades que se pueden realizar y su plaza, donde mochileros y ciclistas se embarcan en la aventura de recorrer la Carretera Austral. El pueblo empezó a ser habitado en 1952. Antes de que se construyese la emblemática ruta los habitantes se trasladaban en caballo o en chalupa. La “revolución” llegó en 1980 de la mano de la carretera, sustituyendo lo que era un camino estrecho plagado de curvas, desniveles y, en algunos tramos, con riesgo de avalanchas.
Lo que más se valora de este lugar es la inmersión en un universo de montaña. Al tratarse de un pueblo tan pequeño y tan volcado hacia el turismo, el visitante de La Junta se encuentra con locales ansiosos por abrir las puertas de sus hogares y compartir su estilo de vida, sus recetas más deliciosas, sus bebidas caseras y explicaciones exhaustivas sobre sus quehaceres diarios.
Mireya es una vecina que tiene una granja situada en el Valle Cuarto, por donde pasa el río del mismo nombre. Su propiedad se adentra en la profundidad del valle y el bosque situado a orillas del río. Propone empezar la jornada con un trekking que tiene como recompensa final un almuerzo típico a base de sopaipilla, una especie de pan frito, acompañado de queso y mermelada de frambuesa. Como no podía faltar en esta zona de América, el mate acompaña cualquier momento social como bebida caliente.
La inmersión en el modo de vida local incluye ordeñar vacas, cultivar verduras, catar cervezas artesanales y otras bebidas tradicionales como la ginebra estrella de la Patagonia: Tepaluma. La penetración en lo local se combina con el
descubrimiento de la naturaleza. Yagan Expeditions propone actividades para grupos relacionadas con la pesca recreativa, paseos en kayak, rafting, rutas a caballo o senderismo, con picnic incluido en entornos tan bonitos como el del lago Rosselot.
Una de las actividades más demandadas es el trekking en el Parque Ventisquero Queulat, el más visitado de la región y conocido por el enorme ventisquero que parece suspendido: sus hielos milenarios y su cascada, la caída de agua más larga del país, son el fondo ideal para una foto de grupo.
Agua omnipresente
La experiencia de descanso en las Termas El Sauce también puede servir de premio a una jornada de senderismo. A esta reserva de aguas termales, procedentes del volcán Melimoyu y las cascadas más próximas, se llega por el camino que bordea el río Palena o en lancha por sus aguas. El ruido del agua sirve como música para la relajación en grupos de hasta 30 participantes.
El Alto Melimoyu Hotel & Patagonia es un acogedor recinto diseñado en homenaje a la paz que transmite la naturaleza circundante. Con doce habitaciones, ofrece actividades relacionadas con kayak, mountan bike, trekking y otras propuestas de ecoturismo. Piscina, jacuzzi y sauna complementan la oferta de esta gran cabaña.
“En la Patagonia, quien se apura pierde el tiempo”, dice uno de los refranes más extendidos en esta zona del planeta. Uno de los mejores lugares para comprobarlo es el hotel Terrazas del Palena, construido en medio de un bosque junto al río del mismo nombre. Las vistas desde todos y cada uno de los ventanales incluyen la panorámica del valle del Volcán Melimoyu y sus glaciares.
Cuenta con cuatro apartamentos y un restaurante famoso por sus pizzas caseras y platos chilenos. Es recomendable para grupos reducidos dada su proximidad a las principales atracciones turísticas de los alrededores: lagos Rosselot y Claro Solar y Valle Cuarto.
Puyuhuapi
Entre Coyhaique y La Junta está la encantadora localidad y puerto de Puyuhuapi. Las casitas de madera siguen ofreciendo la estampa típica: comercios, pequeñas tiendas y restaurantes dan vida a un pueblo que cuenta 535 habitantes. Viven de la actividad del puerto y del magnífico paisaje que define el fiordo y que cada año atrae a un mayor número de visitantes.
El océano Pacífico entra de lleno en esta tierra de montañas y glaciares, hogar de pingüinos, delfines, ballenas, nutrias marinas, pumas y pájaros como el ñandú o el martín pescador.
Estas especies pueden ser admiradas todo el año y existen rutas de senderismo destinadas a la observación de aves y animales silvestres, mientras que algunos cruceros incluyen el avistamiento de ballenas de septiembre a diciembre.
La peculiaridad de Puyuhuapi es que fue una ciudad creada por colonos alemanes. La evidencia es tangible en construcciones como la Casa Ludwig, declarado Monumento Histórico en 2009, o la Casa Hopperdietzel. Introdujeron en la región la cerveza artesana del mismo nombre que tiene varias variantes: negra, roja y rubia.
Muchos restaurantes de Puyuhuapi hacen alarde de su patrimonio cervecero ofreciendo catas de cervezas artesanas como Hopperdietzel, mientras se degusta comida local combinada con recetas alemanas. El restaurante El Muelle, situado en la carretera austral con vistas al fiordo de Puyuhuapi, está regentado por la familia que pesca las merluzas, salmones y congrios australes que posteriormente preparan a la plancha para deleite de los comensales.
El Puyuhuapi Lodge & Spa es el único de esta zona en ofrecer una experiencia de descanso con vistas al fiordo. Para llegar hasta el complejo hotelero es necesario tomar un barco desde el puerto de Puyuhuapi hasta la Bahía Dorita, en un trayecto que dura diez minutos durante los que deleitarse con el paisaje del canal.
Es importante saber que aislamiento y desconexión forman parte de los atractivos que ofrece este establecimiento. Internet tiene la entrada vetada en este alojamiento que ofrece como ruido ambiente el que generan los habitantes de la naturaleza que lo rodea.
El hotel tiene 30 habitaciones dobles, cuenta con una sala recreativa donde se juega al billar o al ajedrez y se pueden organizar cócteles de hasta 60 invitados. El complejo sirve de punto de partida para descubrir la magnificencia del bosque de montaña y el océano: paseos en canoa por el fiordo, avistamiento de los peces y aves… son algunas de las actividades propuestas. Para el descanso: cinco piscinas naturales a diferente temperatura con agua de volcán, de las cascadas vecinas y del mismísimo océano. El spa y la sala de yoga sirven para completar la experiencia de relajación.
Hacia el sur
No solo la parte norte de la Carretera Austral alberga paisajes incomparables. La costa de Aysén es una de las más accidentadas de la Patagonia chilena y avanzando hacia el sur se puede comprobar: fiordos y canales penetran en el continente y enmarcan parques y reservas naturales tan espectaculares como el Parque del Ventisquero de Queulat, las Catedrales de Mármol, la Reserva Nacional Lago Jeinimeni o la Reserva Nacional Cerro Castillo. Sólo el tiempo y la posibilidad de avanzar hacia los confines del sur ponen límites a la experiencia.
Aysén se ofrece a incentivos en los que la desconexión sea el eje, rodeados de pura naturaleza en un universo virgen donde autenticidad y simplicidad campan a sus anchas.
Mi Aysén
Bruno Díaz
CEO y guía de actividades de Yagan Expeditions
¿Por qué ir a Aysén?
Porque es un destino único que brinda la posibilidad de tener un contacto real, directo y genuino, con paisajes que
se conservan casi en su estado natural.
Mi lugar favorito
El río Palena: tanto por su belleza escénica como por las posibilidades de incentivo que ofrece si se desciende a lo largo de su ribera.
Mi actividad favorita
Descender el río Palena, bajando desde la cordillera de los Andes hasta el océano Pacífico, en kayak, balsa o bote a motor.
Los grupos no se pueden ir de Aysén sin:
– Recorrer parte de la Carretera Austral.
– Probar un asado de cordero patagónico “al palo”, acompañado de un buen vino chileno.
– Visitar la confluencia del río Baker y admirar toda la fuerza del agua.
Datos de interés
– Moneda: Peso chileno (CLP)
– Huso horario: GMT +4
– Tipo de enchufe: Clavijas tipo C/L – Voltaje común 220 V
– Aeropuerto más cercano: Balmaceda (a 2h20 de Santiago de Chile)
– Más información:
SERNATUR – Región de Aysén
Emily Cabezas Barría
Turismo MICE y Destinos de Locaciones, DR Aysén
ecabezas@sernatur.cl
www.sernatur.cl
Gaucho por un día
“Gaucho patagón por un día” es una actividad que los grupos pueden realizar en la zona de El Fundo, a treinta minutos por carretera de Coyhaique. Este lugar se caracteriza por haber albergado a los primeros pobladores de la zona. El gaucho es el campesino que trabaja la tierra, aún hoy con su típico atuendo compuesto por boina y pañuelo en el cuello, esquila las ovejas, recolecta las hortalizas, come tortas fritas y bebe en bota.
La actividad “Gaucho por un día” consiste en experimentar las costumbres rurales chilenas más tradicionales mezclando el estilo de vida aborigen, o “patagón” y el traído por los colonos. Durante cinco horas los participantes degustan bebidas únicas como la chupilca, también conocida como la “bebida del infierno”: originariamente se elaboraba a base de pólvora, vino tinto y azúcar.
El programa incluye esquilar ovejas, recolectar todo tipo de alimentos de la tierra, alimentar animales, cocinar un asado y descubrir los mitos y leyendas que componen la mitología chilena, así como las bases de la gastronomía regional.